En el espacio Ñ / Clarín
Liliana Heker y sus Secretos de escritura: “El oficio se aprende” Entrevista de Maxi Kronenberg
Liliana Heker. Pasó por el espacio Ñ / Clarín / Foto: Clarín
Quienes la hayan leído y conozcan su
impresionante recorrido, sabrán que casi no necesita presentación: excelsa
cuentista y novelista, Maestra de Escritores. Hay muy pocos autores argentinos
con la experiencia y la trayectoria de Liliana Heker.
Así como quienes hayan ido u oído hablar de
los ya míticos talleres, que dicta desde 1978, sabrán de su forma de encarar "el
oficio" de la escritura -como lo llama ella-, y el
amoroso (y riguroso) acompañamiento que ofrece desde hace más cuarenta años a los
aspirantes que llegan hasta su casa; algunos de ellos, ya consagrados, y a
nivel global.
Ella misma
alimenta en esas clases la vocación por sistematizar, de algún modo, su
experiencia de décadas, sin negar sus propias vacilaciones: "Ese
tembladeral es la escritura", dice.
Integrante
de la generación de los años 60, que también integró Abelardo Castillo, con
quien fundó y dirigió las revistas El Ornitorrinco y El Escarabajo de Oro, es
reconocida por su inusual capacidad de reflexión sobre el oficio, y por la
vitalidad con la que promueve su construcción minuciosa.
Heker estuvo
nuevamente presente en el Espacio Clarín/Ñ, en esta inolvidable 46° edición de
la Feria del Libro. En ese marco, mantuvo un entretenido intercambio con
Verónica Abdala, periodista de la sección Cultura y de la Revista Ñ, con el
espacio colmado de un público atento.
La
escritora argentina de 79 años, ganadora del Primer Premio Nacional de
Literatura, en Cuento y Relato en 2014 y 2017 conversó acerca de los Secretos de la escritura: pistas,
claves, sobre las que viene pensando desde sus inicios como escritora. Las
formas del cuento, la novela y de qué manera trabaja para formar escritores,
entre otros temas vinculados al ámbito literario, su gran pasión.
Durante la
charla, que el público aplaudiría efusivamente al final, Heker reflexionó
también sobre sus comienzos, su vida y su estrecho vínculo con el oficio:
es que la escritura, sostiene, no es magia, ni algo misterioso, sino, sobre
todo, un trabajo, artesanal, con las palabras.
“Cuando
tenías 16 años mandás una carta y un poema a la revista El grillo de papel y
Abelardo Castillo te reconoce como escritora”, introdujo la periodista.
Heker
contó: “Cuando terminé la escuela Normal, y como escribía, decidí que tenía que
trabajar en una revista literaria. Busqué muchas en la librería Galatea, donde
estaba la Facultad de Letras. Buscaba en un revistas en un kiosco, las iba
leyendo pero me parecían o reaccionarias o aburridas. Ahí encontré el número
uno de la revista que se llamaba El Grillo de Papel".
“Leí la
editorial que se consideraba de izquierda independiente y, al mismo tiempo,
decía: ‘para nosotros, la literatura no es un medio de vida, es un modo de la vida’.
Me gustó. Eran cuatro desconocidos absolutos. Uno dice que Abelardo Castillo es
un clásico pero en ese momento tenía 24 años. No lo conocía nadie y acababa de
publicar ‘El marica’,
su primer cuento en la revista. Y así como me he lanzado a todo en la vida, me
tiro de cabeza si me gusta algo y después, bueno, nado como puedo. Soy bastante
nadadora."
Rememoró, entonces: "Le escribí al ‘El grillo de papel’. En ese momento me iba de viaje de egresadas a Mendoza y cuando volví me llamó uno de los directores, Abelardo Castillo. Le dije que vivía en Almagro, nos encontramos en el café ‘Las violetas’, el 21 de enero de 1960. Es importante esta fecha: entré a la literatura en la famosa década del 60. Me siento absolutamente del ‘60”, resaltó Heker.
Liliana Heker Maestra de escritores. Foto: Magdalena Siedlecki y Pablo Rey |
Sobre los textos que había enviado, confesó: “Abelardo me dijo que el poema no era bueno, era malo; pero la carta, sí. Se nota que tenés condiciones”. El elogio del ahora sí, tan reconocido escritor le sirvió a Heker para iniciar su camino en el mundo de la literatura. Así fue como entró a trabajar en la revista.
"Aunque
-reveló ella- nunca me había propuesto ser escritora. Me
encantaba escribir, inventaba historias pero jamás, en ninguna fantasía, ni siquiera
cuando escribí a El grillo de papel por una necesidad de conocer ese mundo y
trabajar en una revista literaria”.
Además, la
autora recordó las reuniones que mantendría por aquellos años con otros de
sus pares: Abelardo Castillo, Humberto Costantini, Ricardo Piglia, Vicente
Batista, Briante para las revistas El Grillo de papel y
el Escarabajo de
Oro, dos de las más importantes revistas literarias del
continente, de las que fue cofundadora y responsable.
“Algunos
de nosotros leía un cuento, éramos muy jóvenes, sentíamos una omnipotencia muy
grande, y todos los demás le daba con un caño al otro. Teníamos una conciencia
social bastante comprometida y, al mismo tiempo, un enorme compromiso con la escritura”, comentó.
Es que
esas tertulias acompañaban el oficio artesanal de la escritura, puertas
adentro. Por eso, a Heker esa anécdota le dejó una enseñanza para toda la vida:
“Aprendí que el oficio se aprende. Es decir, aprendí lo que
tal vez sé, lo que sigo buscando en cada uno de mis cuentos y en cada una de
mis novelas. Además, aprendí que cuando alguien te señala algo no solo podés
ver ese detalle sino que se te abren perspectivas, que uno empieza a aprender”.
Heker se considera una escritora de los años
60: "Me impresiona un poco porque quedan muy pocos de esa generación
-dijo-. Me siento testigo, cargando de una historia maravillosa que quiero dar
a los otros porque ya no quedan tantos. Vivimos una época muy intensa, muy rica
y, de alguna manera, tenemos que comunicar a los otros esa experiencia múltiple
que fue vivir en los ‘60 para que después las otra
generaciones hagan lo que quieran con eso que uno les trasmite y con el mundo
que les tocó”.
“Ahora, a
mis casi 80 años, siento la responsabilidad ética de dar un poco de lo que yo
tuve la suerte de recibir. Me hace muy feliz ayudar a que los escritores vayan
encontrando herramientas, su oficio, que vayan trabajando sus cuentos y
novelas”, reflexionó la autora de Los que vieron la zarza, Las peras del mal y Zona de clivaje, entre
otras grandes obras.
“Luego vienen los ‘70, donde los talleres de escritura se convirtieron en espacios de resistencia y de libertad frente a la dictadura. Todo esto tiene que ver con el origen de tu historia”, comentó Abdala.
Y repasó nombres de algunos de los escritores argentinos con mayor proyección de la actualidad, que pasaron por el taller de escritura de Heker y hoy son referentes la literatura argentina: Guillermo Martínez, Samanta Schweblin, Inés Garland, Pablo Ramos, Silvia Schujer, entre tantos.
Heker obtuvo el Premio Nacional de Literatura y un Konex de Platino entre otros reconocimientos. Foto: Emannuel Fernandez. |
Sobre
aquellos años, Heker contó que “en esos talleres había siete varones y una sola
chica: Silvia Schujer. Fue la única que resultó una escritora excepcional. En
ese grupo, por primera vez escuché un cuento leído por Silvia, en 1978, que
tomaba el tema de los desaparecidos. Ahí está el origen de los talleres: los que
venían podían leer y escribir lo que afuera estaba prohibido”, enfatizó.
Heker
además elogió a la nueva camada de jóvenes autores que escriben cuentos,
novelas y poesías. “Sigue habiendo una literatura maravillosa”, dijo.
Los
aspirantes la eligen. ¿Y ella? “Tengo que querer a la gente que viene al taller
y me tiene que importar lo que hace”, explicó. Otra condición irrenunciable:
que sus alumnos se comprometan con el oficio de escribir, eso que ella
considera, está dicho, un oficio, que puede perfeccionarse en el tiempo y exige paciencia.
Además,
dió algunos consejos para los autores que comienzan a dar sus primeros pasos.
“Si uno tiene algo explicito, lo más conveniente es que escriba un ensayo. La
literatura no se propone dar un mensaje. En realidad es ir entendiendo qué
querés contar y si uno no sabe qué contar, es difícil que lo cuente. Hay que
saber a dónde querés ir a parar”.
Ideas. “Si uno tiene algo explicito, lo más
conveniente es que escriba un ensayo. La literatura no se propone dar un
mensaje. En realidad es ir entendiendo qué querés contar y si uno no sabe qué
contar, es difícil que lo cuente. Hay que saber a dónde querés ir a parar”.
“Lo maravilloso de la literatura es que crea sentidos con situaciones que a lo mejor carecen de sentidos. Lo que a uno le parece absurdo, desesperado, con eso puede crear un cuento, una novela que tenga sentido para otros”, explicó.
"La
literatura es que crea sentidos con situaciones que a lo mejor carecen de
sentidos. Lo que a uno le parece absurdo, desesperado, con eso puede crear un
cuento, una novela", ilustró. / Foto: Guillermo Rodriguez Adami
¿Cuento o novela?
Amante de
ambos géneros, Heker marcó una diferencia de los cuentos respecto de las
novelas: “Admiten una diversidad de recursos, si no infinita, enorme. En
un cuento siempre se cuenta algo, y eso es importante tenerlo en cuenta, aunque
parezca obvio; hay que descubrir, muchas veces sobre la marcha, la historia que
uno quiere narrar y ceñirse a ella”.
También,
remarcó: “No siempre el buen novelista puede escribir un buen cuento. Sabato
era un notable novelista pero nunca pudo escribir un cuento."
Y ya metida en el tema del género definió, en ese sentido, la denominada “unidad de efecto” a la que debe apuntar cualquier cuento, y que explica en sus talleres: esto es, una estructura que apunta a conseguir un efecto único, no necesariamente sorpresivo pero que sí guarda relación con eso que resulta impredecible.
La trastienda de la escritura, de Liliana Heker. Uno de los libros en el que aporta detalles sobre su visión del oficio. / Foto: Prensa
“La
unidad de efecto no la inventé yo sino Edgar Allan Poe hace más de dos siglos”,
aclaró la autora. Dijo que esa estructura es una característica del
cuento: “Lo que pasa es que cuando alguien te cuenta un cuento, todo lo
que relata debe tener un sentido de ser: cada detalle importa, cada mención,
cada objeto que aparece. ¿Qué está pasando? ¿Qué me quieren contar? Es algo
natural que el lector se pregunte implícitamente eso y hay que dar respuesta a
ese interrogante con lo escrito."
Heker
detalló: “Cortázar decía que la novela gana por puntos y el cuento gana por
knock out. Ese knock out que produce el cuento es justamente este efecto que está
buscando. A veces es un efecto que no se nota: ¿cuántas veces
uno espera algo en la vida y eso no sucede? Ese puede ser también el efecto que
esté buscando, no necesariamente el final debe ser un remate espectacular,
se trata, justamente, de un efecto que conmociona al lector, aunque no pase
'nada'”, señaló a quienes la escuchaban atentos.
Heker,
además, asoció la estructura del cuento con la de la novela policial ya que en
ambos, casos, “se entregan pistas” para 'justificar un final. “Es
importante también encontrar las palabras en un final, no tanto lo anecdótico
sino cómo cierra el cuento para que nos deje esa impresión perdurable que dejan los
buenos cuentos. Cuando uno lee un buen cuento, el final impacta como si fuera
un poema. Y como todo hecho literario, el cuento es un hecho estético”.
"Cuando uno lee un buen cuento, el
final impacta como si fuera un poema. Y como todo hecho literario, el cuento es
un hecho estético”, piensa la escritora.
¿Cualquiera
puede escribir? Preguntó Abdala. “No. Yo amo la música pero no podría hacer
música. No cualquiera tiene ganas de escribir. Tenés que tener ganas, te tiene
que fascinar escribir y tenés que estar dispuesto a tomarte el trabajo de
escribir. Creo que hay dos instancias: el amor a los libros, a la literatura, y
ese impulso muy primario que hace que uno necesite expresarse escribiendo. Creo
que la vocación tiene que ver con esa necesidad. Y, acaso, todo parta de eso y
conduzca a eso: de esa necesidad, irrenunciable, de expresarse por escrito”.
Máximas
de Heker: el oficio de escribir
Algunas de
las ideas que la escritora volcó en su charla del viernes, en el espacio de Ñ /
Clarín:
* “La
literatura no es como un estornudo; es decir, no es algo necesariamente 'espontáneo', es
un oficio que se perfecciona. La escritura como cualquier creación
artística, es una búsqueda y a veces uno tarda mucho. Nunca te recibís de
escritor”.
“Todavía
sigo luchando con las mismas dudas, con las mismas incertidumbres cuando
escribo algo totalmente nuevo. Y esto es maravilloso”.
* “Si uno
es escritor y no tiene más nada que decir o ya no disfruta con esa búsqueda
diaria que impone la escritura, es mejor que cuelgue los guantes."
* "La
literatura es un trabajo hermoso y da trabajo. Uno se enamora de la literatura
a través de la lectura. Uno se enamora de los libros de los otros. Si no es lector,
no tiene nada que hacer escribiendo”.
VA
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