En literatura no existen sinónimos ni equivalencias: no es lo mismo un rostro, que una cara, que una jeta, “Dijo que estaba harto” no equivale a “—Estoy harto — dijo”. Aferrarse a una frase o una palabra simplemente porque 'ha salido así del alma' es por lo menos un riesgo: el alma, a veces, dicta obviedades. Poe cuenta que, durante la escritura de su poema El cuervo, decidió que necesitaba un animal parlante para que repitiera un leit motiv al final de cada estrofa. Y naturalmente el primer animal que se le cruzó fue el loro. A veces conviene sacrificar al loro'.
Liliana Heker (Argentina)
Agradecimientos a El Club Disecciones Literarias
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