Kant decía que “la felicidad, más que un deseo, alegría o elección, es un deber”. ¿Está de acuerdo?
-En lo personal, no considero a la felicidad como un deber; en cambio la siento una responsabilidad respecto de los otros. Creo, sí, que una debe estar abierta a esos momentos plenos –felices-- en los que, de pies a cabeza, se siente en perfecta armonía consigo misma y con el mundo. Que hay que vivirlos intensamente y atesorarlos. Pero, según mi propia elección de vida, son solo eso: momentos privilegiados. No un estado permanente, ya que la percepción de la inarmonía, de la injusticia, que impide sin duda que una sea feliz, permite en cambio una actitud de lucha que impulsa a cambiar aquello que una considera que está mal. Otra cosa distinta es la alegría. Reconozco que estoy bastante dotada para la alegría, para disfrutar intensamente con los innumerables y diversos placeres que me ofrece la vida. Pero esas experiencias vitales, vividas hasta el hueso, no deben confundirse con la felicidad que, como estado permanente, se parecería bastante a la comodidad, o al egoísmo.
-¿Se puede ser feliz en un contexto adverso?
-Sí. Siempre he sostenido que la verdadera sabiduría de vivir consiste en saber estar bien en los momentos malos, ya que en los buenos resulta bastante fácil y natural.
-¿Cree que hay una correlación entre la felicidad y el nivel de ingreso?
-Si fuera así, yo sería una persona bastante desdichada ya que, durante buena parte de mi vida, mis ingresos hicieron que llegara a fin de mes con la lengua afuera. Lo que tuve, sí, fue una excelente educación –gracias a la escuela pública y el estímulo de los que me rodeaban--, una buena alimentación, gracias a mis padres sabios y maravillosos, un techo bajo el cual resguardarme, y todo el cariño y la protección que necesitaba. Creo que toda persona debería recibir como mínimo ese caudal para tener luego la posibilidad de elegir su propio camino y, tal vez, acceder a la felicidad.
-¿Se puede ser feliz en soledad?
-Sí, la soledad tiene un encanto muy especial, incanjeable, y, cuando se da, hay que saber descubrir y disfrutar ese encanto. Creo que quien sabe ser solo es capaz de ser libre. Y, también, de elegir y valorar --sin presiones-- la compañía.
-Si tuviera que elegir solo uno, ¿cuál diría que fue su día más feliz?
-Afortunadamente, tuve muchos momentos felices, cada uno con su propia belleza y su propia intensidad. Pero recuerdo de una manera muy especial el primero de esos momentos. Yo estaba por cumplir ocho años, un tío nos había prestado un departamento en Mar del Plata, y mis padres, mi hermana y yo nos levantamos a las cinco de la mañana para esperar el auto que nos iba a venir a buscar. Yo, que era ferozmente insomne, por primera vez me sentía autorizada a estar despierta a la madrugada. Conocí la calle a esa hora maravillosa. Mi hermana y yo, abrazadas –no era habitual entre nosotras ese cariño tan manifiesto-- caminábamos por la vereda cantando un bolero. Y teníamos por delante algo todavía más hermoso que el mar: el sueño del mar.
Agradecimientos a Nacho Varela Pagliaro
@varelapagliaro
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