Las mil y una anécdotas de Liliana Heker
Mayrin Moreno Macías
Revista Divergente
Voló de Buenos Aires a San Rafael para encontrarse con un grupo de creadores y lectores autogestivos e impartir un taller y una “charla que no es charla” este viernes 8 de noviembre en Godoy Cruz 369 a las 20 horas.
Antes de adentrarse en el Laberinto de Borges, Liliana Heker sonreía. En la entrada de ese verdor con 32° grados sobre la cabeza, sus pecas resaltaban y decía a los cuatro vientos: “Amo este sol”. Voló de Buenos Aires a San Rafael para encontrarse con un grupo de creadores y lectores autogestivos e impartir un taller y una “charla que no es charla” este viernes 8 de noviembre en Godoy Cruz 369 a las 20 horas. “Será más interesante. Podremos hablar de muchas cosas”, dijo Liliana.
Desde que pisó tierra no ha dado ni una muestra de fatiga. Al contrario, recorre sus dedos por la frente para alivianar las gotas de sudor y dice: “Vamos”, “¿Una entrevista?, por supuesto”, “¿Anécdotas?... muchas”, “Sí, sí, estuve con Cortázar en París. Un día me llamó y me dijo que me abrigara porque era una ciudad fría", "Borges me explicó el origen vikingo del islandés”, “A Fogwill lo premiamos”…
Liliana Heker hace poco publicó su más reciente libro: “La Trastienda de la Escritura”. En 2018 recibió el Premio Nacional de Literatura en la categoría Cuento y Relato. Es autora de libros de cuentos como “Los que vieron la zarza (1966)”, "Acuario (1972)", "Las peras del mal (1982)" entre otros. De novelas , “Zona de Clivaje (1987)” y “El Fin de la Historia (1996)” y más. Además, hace 40 años coordina talleres literarios.
-¿Sigue siendo subversiva?
-En realidad lo que quiero es que todos tengamos una educación digna, trabajo y que estemos bien alimentados, es decir, que tengamos las posibilidades básicas para que cada uno pueda elegir su propio destino. En ese sentido, sigue valiendo para mí el aforismo retomado por Marx: “De cada cual según sus capacidades, a cada cual según sus necesidades”. Eso sintetiza una visión del mundo. Yo no soy subversiva. Quiero igualdad y dignidad para los seres humanos. Fijate que este presidente actual (Macri) tiene muy pocas luces y llegó, simplemente, porque su padre hizo grandes fortunas. Ni siquiera tiene un discurso propio. Pero puede pagarle a un constructor de imagen para que le diga lo que le conviene decir en cada caso. Ha sido un gobierno ineficaz, incluso para desarrollar su propio proyecto. Por eso es fundamental el cambio de gobierno.
Liliana espera que Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner puedan reunir gente capaz y dejar de lado ciertas hostilidades. Considera que hay mucho talento individual, con capacidades rápidas de respuesta, pero al juntar a dos argentinos, frente a frente en un proyecto, es seguro que discutan y no lleguen a un acuerdo. “Yo creo en la polémica. He sostenido polémicas. Me parece que dan lugar a un crecimiento y profundización en las ideas. Pero los últimos años han derivado en la mera agresión, el insulto y la indiferencia. Es apasionante y necesaria la discusión. Tenemos que volver a aprender a discutir sin matarnos”, dice.
Renovados
Ella y el grupo de los creadores entraron por primera vez a la Casona de la familia Aldao donde habitó Susana Bombal, escritora y amiga de Jorge Luis Borges. Carolina Aldao, sobrina nieta de Susana, les mostró el lugar y contó la historia. Todos estaban maravillados, como niños en un parque nuevo, abrían los ojos y se colocaban las manos en la boca en un gesto de asombro o se las llevaban al pecho. Salieron con las energías renovadas rumbo al Laberinto...
De la carta al email
2019. Liliana un día recibió un email. Lo leyó, contestó y la remitente, Laura Candia, una integrante del grupo de creadores y lectores, fue feliz.
Hace 60 años no existía el correo electrónico. Liliana era una quinceañera y le encantaba escribir e inventar historias. No se sentía escritora, aunque desde los seis años fue una lectora compulsiva. Devoraba libros sin importarle los autores, solo las historias. Ninguno de sus sueños apuntaban a ser escritora. “Escritores eran los otros”, dice.
1959. En las afueras del Teatro La Máscara un grupo de amigas conversan sobre el futuro. Una de ellas pregunta: "¿Qué vamos a hacer cuándo seamos grandes, en qué vamos a trabajar?". Liliana pensó "soy bastante inútil para muchas cosas" y contestó: “Yo quiero trabajar en una revista literaria”.
Ella ni siquiera estaba segura de que existiera “algo” parecido a una revista. Pero lo había dicho y por una cuestión de carácter, para apaciguar esa mentira, al terminar el colegio Normal a los 16, empezó a buscar una revista literaria. Fue a la librería “Galatea” que tenía una especie de kiosko de revistas. Se puso a ojear y todas le parecieron aburridas, otras reaccionarias.
Encontró el número 1 de una revista llamada “El Grillo de Papel”, dirigida por cuatro desconocidos. Leyó el editorial y le gustó. Se hacían llamar de izquierda independiente, pero al mismo tiempo decían que la literatura era un modo de vida y otras cosas más. “Ahí sentí que era mi revista”.
Había una pequeña nota en la que convocaban a jóvenes narradores y poetas y ahí, antes de hacer su viaje de egresados para Mendoza, le pidió al novio de su hermana una máquina de escribir, una Royal de 1948, que aún conserva en su estudio.
Escribió un poema “malo” y una carta y la llamó uno de los directores: Abelardo Castillo.
Como Liliana vivía en el barrio Almagro, se encontraron en el café “Las Violetas”. Él hablaba y ella escuchaba. Le propuso que fuera a las reuniones de la revista que hacían los viernes en el café “Los Angelitos”. “Fui. Era un acto de absoluta trasgresión, hice lo incorrecto, ir a una reunión de muchachos con sus novias, la única que andaba por su cuenta era yo. Estaba Humberto Costantini, Abelardo Castillo, escuché cuentos, discutían sobre literatura, sobre ideología, hablaban de Sartre, de Camus, de Borges, de Arlt y yo había leído desordenadamente y no los conocía”, dijo. Así que empezó a leer con desespero, llegó a ser la Secretaria de Redacción y fue feliz...
Mayrin Moreno Macías
Revista Divergente
-En realidad lo que quiero es que todos tengamos una educación digna, trabajo y que estemos bien alimentados, es decir, que tengamos las posibilidades básicas para que cada uno pueda elegir su propio destino. En ese sentido, sigue valiendo para mí el aforismo retomado por Marx: “De cada cual según sus capacidades, a cada cual según sus necesidades”. Eso sintetiza una visión del mundo. Yo no soy subversiva. Quiero igualdad y dignidad para los seres humanos. Fijate que este presidente actual (Macri) tiene muy pocas luces y llegó, simplemente, porque su padre hizo grandes fortunas. Ni siquiera tiene un discurso propio. Pero puede pagarle a un constructor de imagen para que le diga lo que le conviene decir en cada caso. Ha sido un gobierno ineficaz, incluso para desarrollar su propio proyecto. Por eso es fundamental el cambio de gobierno.
Liliana espera que Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner puedan reunir gente capaz y dejar de lado ciertas hostilidades. Considera que hay mucho talento individual, con capacidades rápidas de respuesta, pero al juntar a dos argentinos, frente a frente en un proyecto, es seguro que discutan y no lleguen a un acuerdo. “Yo creo en la polémica. He sostenido polémicas. Me parece que dan lugar a un crecimiento y profundización en las ideas. Pero los últimos años han derivado en la mera agresión, el insulto y la indiferencia. Es apasionante y necesaria la discusión. Tenemos que volver a aprender a discutir sin matarnos”, dice.
Ella y el grupo de los creadores entraron por primera vez a la Casona de la familia Aldao donde habitó Susana Bombal, escritora y amiga de Jorge Luis Borges. Carolina Aldao, sobrina nieta de Susana, les mostró el lugar y contó la historia. Todos estaban maravillados, como niños en un parque nuevo, abrían los ojos y se colocaban las manos en la boca en un gesto de asombro o se las llevaban al pecho. Salieron con las energías renovadas rumbo al Laberinto...
De la carta al email
Hace 60 años no existía el correo electrónico. Liliana era una quinceañera y le encantaba escribir e inventar historias. No se sentía escritora, aunque desde los seis años fue una lectora compulsiva. Devoraba libros sin importarle los autores, solo las historias. Ninguno de sus sueños apuntaban a ser escritora. “Escritores eran los otros”, dice.
Como Liliana vivía en el barrio Almagro, se encontraron en el café “Las Violetas”. Él hablaba y ella escuchaba. Le propuso que fuera a las reuniones de la revista que hacían los viernes en el café “Los Angelitos”. “Fui. Era un acto de absoluta trasgresión, hice lo incorrecto, ir a una reunión de muchachos con sus novias, la única que andaba por su cuenta era yo. Estaba Humberto Costantini, Abelardo Castillo, escuché cuentos, discutían sobre literatura, sobre ideología, hablaban de Sartre, de Camus, de Borges, de Arlt y yo había leído desordenadamente y no los conocía”, dijo. Así que empezó a leer con desespero, llegó a ser la Secretaria de Redacción y fue feliz...
Agradecimientos a Revista Divergente
Comentarios
Publicar un comentario