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Vivir o morir ¿no es esa la cuestión? - La Gaceta

Vivir o morir ¿no es esa la cuestión?
Por Carlos Gazzera para LA GACETA - SAN LUIS
30 Nov 2003

Liliana Heker nació en Buenos Aires en 1943. Sus primeros cuentos vieron la luz en la década del 60, en revistas como El grillo de papel. Junto al escritor Abelardo Castillo, fundó la revista El escarabajo de oro, que se publicó entre 1961 y 1974. En 1977, durante la dictadura militar, Liliana Heker fundó y codirigió El Ornitorrinco. Con apenas 23 años, Heker obtuvo la única mención del Concurso Hispanoamericano de Literatura de Casa de las Américas (La Habana, Cuba). Entre sus libros publicados, señalamos: Acuario (Centro Editor América Latina, 1972), Las peras del mal (Editorial de Belgrano, 1982), El fin de la historia (Alfaguara, 1996). Su último libro, de reciente aparición, Diálogos sobre la vida y la muerte, compila diez entrevistas realizadas a escritores, intelectuales, biólogos, humoristas, psicólogos sobre el tema "vida-muerte". El resultado es fascinante. Si bien todas las entrevistas son excelentes, en el libro se destacan, por su originalidad, la del biólogo argentino Marcelino Cereijido, por su hondura filosófica, la de Abelardo Castillo, o bien, por su valor histórico, la realizada antes de su muerte a Jorge Luis Borges. A propósito de la aparición de este nuevo texto de Heker, LA GACETA Literaria dialogó con la autora.


-Si bien usted cuenta algo de esto en el prólogo, nos gustaría que se lo repitiera brevemente a nuestros lectores. ¿Cuál es la génesis del libro?
-En 1979, un soñador o un irresponsable nos embarcó a varios intelectuales en un proyecto editorial que, según dijo, iba a superar el Centro Editor de América Latina. No le creí, pero tampoco tuve ganas de desconfiarle: tres años atrás me habían echado por subversiva del lugar donde trabajaba; vivía de algunas traducciones y de un taller de narrativa; el proyecto de este hombre me venía como caído del cielo. Además, una de sus propuestas era realmente interesante: una colección de libros de entrevistas. Tal vez motivado por la buena venta de varios libros que hablaban de la vida después de la muerte, me propuso unos diálogos que encararan el asunto. ¿Vida y muerte? Al principio el tema me pareció demasiado vago, demasiado general. Pero al mismo tiempo, como digo en el prólogo, fui tentada por lo prestigioso de la palabra "muerte". Acepté. Sólo cuando me vi ante la instancia concreta de plantear las entrevistas -a quienes elegir, qué preguntar-, percibí el abismo que aguarda detrás de las palabras "vida" y "muerte". La reflexión que siguió después -aceptar que la necesidad de vivir día tras día, de ir realizando nuestros pequeños actos cotidianos, nos impide pensar en la muerte, descubrir que animarse a pensar a fondo en la muerte implica reflexionar hasta las últimas consecuencias en nuestra condición de seres vivos- le confirió su verdadero sentido al libro que yo quería hacer.
-¿Qué libro quería hacer?
-Un libro para ser leído con espíritu dialéctico. Y que seguramente no daría ninguna pista sobre lo que encontraremos en el "más allá", pero tal vez proporcionaría algunos elementos para reflexionar sobre nuestro estar acá. Hice cinco entrevistas, cuatro de las cuales integran el libro actual, y escribí un prólogo. El libro llegó a imprimirse pero nunca se distribuyó ni fue registrado. Parece que el proyecto monumental del editor adolecía de un impedimento. El no tenía plata para pagarle a nadie. Perseguido por imprenteros y acreedores varios, se fue del país. La editorial -un departamentito de tres ambientes donde uno pisaba, se chocaba y hasta respiraba libros- fue clausurada. Yo alcancé a rescatar un ejemplar de esa edición original de Diálogos sobre la vida y la muerte. El resto de la edición, no sé. Cada tanto aparecían algunos ejemplares en alguna librería de viejo o en alguna feria de libros usados.
-¿Cómo eligió a los entrevistados?
-Había ciertos puntos de vista que, para mí eran insoslayables en un libro como este: el del psicoanálisis, el de la biología, el de las religiones, el de la medicina. La cuestión era dar con aquellos especialistas que hubiesen trabajado específicamente algún aspecto de la vida y la muerte. Y bien: la doctora María Lucila Pelento, psicoanalista y filósofa, ha trabajado exhaustivamente sobre la elaboración del duelo; en particular, en la infancia y en el caso de catástrofes sociales. Trabajó, y sigue trabajando, con familiares de desaparecidos. El doctor Terencio Gioia, psicoanalista y psiquiatra, publicó varios trabajos acerca de la pulsión de muerte. El doctor Alfredo Gazzano ha trabajado largamente en la prevención del suicidio y dirigió durante muchos años el Centro de Asistencia al Suicida. El doctor Marcelino Cereijido, investigador en el campo de la biología, publicó, entre otros libros notables, uno que cautiva desde el título: La muerte y sus ventajas. Severino Croatto, profesor de Religiones Comparadas y de Historia de las Religiones, por su trayectoria y por su humanismo, podía desarrollar como pocos la manera en que son tratados la muerte, la inmortalidad, la salvación y el más allá a través de las distintas religiones y creencias, en las distintas culturas y bajo las diferentes condiciones sociales. El doctor Alvaro Saurí, jefe de cuidados paliativos del Hospital Roffo (especializado en enfermos oncológicos), por su experiencia y por su sensibilidad, era, para mí, la persona indicada para acercarnos a ese período, tan temido y tan eludido, en el que un hombre sabe que su fin está próximo.
-Pero también convocó a algunos escritores a reflexionar sobre la vida y la muerte..
.-Efectivamente. Son cinco los escritores convocados. Lo que busqué fue que, por independencia de criterio, por desparpajo y por capacidad de ahondar en cuestiones conflictivas, fueran capaces, desde su singularidad, de reflexionar y de situarse respecto de la muerte. Ya en la primera versión del libro había entrevistado a Borges y a Abelardo Castillo, saludablemente heréticos los dos y, además, por edad y por ideología, ubicados en situaciones casi opuestas respecto de la muerte. Ana María Shua, creadora, mujer, madre, de curiosa formación religiosa y profundamente original, tendría algo muy propio para aportar en la cuestión. Fontanarrosa debía arreglárselas (como admirablemente se las arregló) para no renunciar al humor que lo constituye mientras hablaba de aquello que teme y lo conflictúa. En cuanto a Eduardo Pavlovsky, dramaturgo, psicoterapeuta, actor y deportista, sin duda estaba en una situación singular para reflexionar acerca de la muerte. Luego de realizadas las entrevistas, tuve la certeza de que no me había equivocado en las elecciones.
-En la Universidad teníamos un profesor que decía que la literatura tenía dos temas, únicamente: la vida y la muerte. ¿Este libro parte de una hipótesis similar?
-No; el libro no parte de ninguna hipótesis. Sí del convencimiento de que animarse a pensar la muerte da algunos elementos para entender por qué se elige la vida; o sea, para asumir la vida no como una fatalidad sino como una elección. En cuanto a si la vida y la muerte son los únicos temas de la literatura, puede ser. Pero entonces, también se podría decir que son los únicos temas de la filosofía, de la biología, de la medicina, de las religiones, etcétera. Se trata de algo tan abarcador que, si uno indaga un poco, puede llegar a la conclusión de que todo acto que realiza, desde mirar antes de cruzar la calle hasta almorzar o hacer el amor, están vinculados con la vida y con la muerte. (c) LA GACETA

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