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Liliana Heker: "En los libros aprendí a ser libre" - InfoBrisas

Liliana Heker: "En los libros aprendí a ser libre"
La novelista, cuentista y ensayista Liliana Heker, maestra de grandes escritores y escritoras como Samanta Schweblin, Pablo Ramos y Guillermo Martínez, publicó recientemente “La trastienda de la escritura” dirigido a todos los interesados en las distintas etapas de la producción literaria. La autora contó en Invasión De Brolis -el programa literario que se emite los lunes 20hs en Radio Brisas- que su último libro no brinda consejos sino que repara en las etapas de creación.
Fotografía Ale López
"No hay recetas ni verdades inmutables para la escritura de un cuento o una novela. Lo que de verdad vale son los descubrimientos que hace un autor determinado y le abren camino hacia la ficción que quiere escribir. Todo lo que otro, desde afuera, puede intentar es promover de algún modo esos descubrimientos. Y ya que un libro supone siempre la distancia con el interlocutor, lo único que me sentí capaz de hacer —lo que finalmente hice— fue narrar mis propias búsquedas, tropiezos y convicciones a propósito de la escritura, el deslumbramiento que me provocaron ciertas lecturas, varios hallazgos ajenos de los que fui testigo", reconoce Heker en el prólogo de su último libro.
A lo largo del libro, Heker menciona una lista de cuentos propios y también ajenos, escritos por Abelardo Castillo, Borges, Hemingway y Lucia Berlin, entre otros. "Estuve siempre rodeada de libros, desde muy chiquita, tuve muchas bibliotecas", confiesa la escritora en contacto con el periodista Federico Bruno.
-¿Qué diferencia existe la literatura y la vida?
- Escribir un cuento es ir acercándose cada vez más y más hasta el límite de lo posible. Lo maravilloso que tiene la literatura y que no tiene la vida es que aquello que todavía no salió bien todavía puede ser corregido, ese es el trabajo del creador.
-¿Está de acuerdo en que el cuento nunca termina, como sugerían Borges y Abelardo Castillo?
- El cuento tiene un final sin duda, pero lo que yo digo es que la escritura, el trabajo del creador, nunca termina del todo y justamente Borges en sucesivas reediciones de cuentos siempre algo volvía a corregir, como si hubiese leído una frase a tiempo y llegado a perfeccionarla. Lo mismo le pasó a Abelardo Castillo que aún en un cuento impecable desde su primera version como "La madre de Ernesto" siguió cambiéndole algunas palabras del final por 50 años.
- Entre las citas del libro hay un espectro maravilloso que se puede resumir entre el "Rajá, turrito, rajá" y "Solemne como pedo de inglés", ¿cómo ofende, enamora y conmueve la palabra?
- El "Rajá, turrito, rajá" es una frase de "Los siete locos" terriblemente ofensiva que le dicen a Erdosain y lo que yo señalo en esa frase es la reiteración de "rajá", el diminutivo de "turrito", y la sintaxis con la que está dicho por Roberto Arlt. Está acentuando la terrible humillación que sentiría cualquier ser humano cuando le dicen algo así. También con "Solemne como pedo de inglés", Marechal cierra una de las mayores novelas de la literatura argentina que es Adán Buenosayres. Adán me parece que creó el lenguaje que marcó a todos los escritores que vinieron después, porque condensa todos usos del lenguaje y hay que animarse a esa herejía de ponerle un moño a la novela como ese.
- ¿Cuánto hay de buen uso de lenguas extranjeras y cuánto obedece a herencia de malas traducciones?
- El lenguaje junto con los signos de puntuación son las únicas herramientas que tiene un escritor, por eso cada palabra tiene textura, música, carga efectiva, si uno pone una palabra que a lo mejor resulta extraña pero golpea de una forma especial va a conseguir el efecto. En cambio si uno usa la palabra "rostro" donde tiene que usar la palabra "cara" o la palabra "jeta" va a generar el uso de una mala palabra. Eso es lo que yo sostengo, en literatura no hay buenas o malas palabras, hay palabras bien puestas o mal puestas. Decir "blanca florecita" en un lugar inadecuado no estará bien. En el final de El coronel no tiene quien le escriba, la obra más bella de García Márquez, cuando el protagonista renuncia a su pensión y su mujer le pregunta "¿Ahora que vamos a comer?" y él le responde "Mierda", esa palabra en el final de El Coronel... está tan cargada de dignidad que se transforma en una bellísima palabra, es tan importante para un escritor encontrar sus palabras y las consonancias que pueden tener.
- ¿Por qué acompaña el proyecto de creación del Instituto Nacional del Libro?
- Estuve con Daniel Filmus, Carlos Ulanovsky y con autoridades de la Cámara del Libro porque creo que es fundamental que se defienda el libro y se den todas las posibilidades para que el libro siga existiendo y que realmente sea defendido. A los escritores hay que darles facilidades, el trabajo de las pequeñas editoriales hoy es realmente es heroico y hay jóvenes que son excelentes. En los libros aprendí a ser libre, fueron mi forma de vincularme con el universo. Por todo esto es necesario que se difunda literatura en todos los ámbitos, principalmente en las escuelas. La lectura sea en el soporte que sea es un acto que nunca puede ser reemplazado. El INCAA favoreció mucho a la proyección del cine nacional.
- Escribió un libro sobre la muerte, ¿qué conclusiones sacó con el tiempo?
- La niego bastante a la muerte, pude consultarlo a Borges entre otros autores para mi libro Diálogos sobre la vida y la muerte (1980) y me obligó a pensar en ese tema. La muerte debe ser una de las pocas verdades inobjetables porque es evidente que nos vamos a morir. La verdad es que tengo una negación a la muerte y trato de vivir como si fuera eterna.
Agradecimientos a Infobrisas
Invasión de Brolis

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