"Escribí mi primer cuento sólo por amor propio. Un viernes a la noche, un desconocido de los que caían a las reuniones de El grillo de papel en el café de los Angelitos leyó de prepo un texto mío y, sin que yo le hubiese pedido opinión, me dijo: -Sí, está bien, pero no es un cuento. En un cuento la gente fuma, tiene tos, usa sombrero-. Quedé fulminada: la adolescencia me venía otorgando un aura de protección en las reuniones del Grillo y, además, yo nunca había pretendido que ese texto fuera un cuento. Supe que la única solución para no quedar maltrecha sería demostrarme a mí misma que, si quería, podía escribir un cuento”.
Liliana Heker
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