Liliana Heker habla de la soledad del escritor en una entrevista de la Audiovideoteca de Buenos Aires. (Ver el video)
"El poema es pésimo, pero por la carta se nota que sos una escritora". Liliana Heker tenía la desfachatez propia de alguien de 16 o 17 años cuando le mandó unas páginas repletas de versos a Abelardo Castillo. La respuesta, lapidaria y definitiva, significó el comienzo de su carrera literaria: Heker comenzó a colaborar con El grillo de papel.
– Creo que fue trabajando en El grillo de papel –dice en la Audiovideoteca de Buenos Aires–, haciendo cosas, que fui descubriendo que era escritora. No fue una decisión súbita. De pronto, mientras cursaba Ciencias Exactas yo iba buscando de manera absoluta, sin ningún tipo de duda por la literatura.
Hoy, libros como Los que vieron la zarza, Zona de clivaje o El fin de la historia hacen de Heker una de las escritoras más respetadas de la literatura argentina. Liliana, además, es muy reconocida como maestra: por su taller se moldearon las plumas de Samanta Schweblin y Pablo Ramos, entre muchos otros.
– Cuando estoy escribiendo no pienso en un lector, aunque uno supone siempre un lector. Creo que uno corrige tal vez porque uno debe dar por supuesto un lector tan exigente, tan capaz de ir, digamos, buscando en distintas capas, como uno. Pero no pienso en un lector, de ninguna manera. Eso es mientras estoy escribiendo. Pero yo no escribo para guardar las cosas en un cajón, nunca he escrito para guardar las cosas en un cajón. No creo siquiera en esa gente que viene al taller y dice yo escribo para mí. No lo creo, uno no escribe para sí. El circuito de la literatura se completa cuando lo que uno escribe es leído por los otros. Entonces los lectores me importan. Que me lean y que de alguna lo que yo escribí pese en alguien, lo recuerde, realmente me importa.
En la entrevista de la Audiovideoteca de Buenos Aires, Heker habla, con una calidez singular, de la relación del escritor con la soledad. “Un escritor –tal vez todo ser humano– tiene que saber ser solo. Y cuando uno escribe es solo. Incluso el vértigo tremendo que tiene la escritura es que tiene todos los grados de libertad, no hay nada prefijado, nada dice que uno tenga que escribir esto o aquello o que una vez elegido tenga que empezar por esta situación o por aquella o tenga que escribir en primera persona o en tercera. O contarlo de una manera o de otra. Es decir: la libertad en el proceso creador es total y la soledad es total.”
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